Hoy, visitando el blog de Victoria, encontré este post y, con el permiso de su autora, lo comparto con ustedes. Gracias Vistoria por permitirme compartirlo! Beso!!
La visita menos pensada
La tristeza no organiza citas.
No se anuncia, ni te envía un recordatorio para que sepas que pasará por tu casa en un determinado día, a una cierta hora.
La tristeza es incierta. Y misteriosa.
Aunque intentes posponer el encuentro apelando a mil y una excusas, se quedará quieta en un rincón de tu corazón, sin la menor intención de irse, y con la absoluta certeza de que se ha presentado allí por un motivo que te incumbe.
La tristeza es irritante, e incómoda.
La tristeza es incierta. Y misteriosa.
Aunque intentes posponer el encuentro apelando a mil y una excusas, se quedará quieta en un rincón de tu corazón, sin la menor intención de irse, y con la absoluta certeza de que se ha presentado allí por un motivo que te incumbe.
La tristeza es irritante, e incómoda.
No se atiene a modales burgueses ni se comporta según el protocolo.
Pero si hay algo que no puede reprochársele es que no sea auténtica.
Es verdad que puede salir a escena de la mano de la irritación y la bronca, pero rápidamente se suelta y se deja ver en toda su penitud. Sí, su plena pena se derrama sin fuerzas y ya no hay contención posible.
Se le tiene miedo a la tristeza.
Pero si hay algo que no puede reprochársele es que no sea auténtica.
Es verdad que puede salir a escena de la mano de la irritación y la bronca, pero rápidamente se suelta y se deja ver en toda su penitud. Sí, su plena pena se derrama sin fuerzas y ya no hay contención posible.
Se le tiene miedo a la tristeza.
Es portadora de debilidad.
Es promotora del desaliento.
Pero la pobre no ha tenido buenos agentes de prensa y se la opone a la alegría como si fuese su eterna sombra.
Pero ella no es su oponente.
Es sólo su otro costado.
Así como el día y la noche se turnan para velar por la tierra, así también la tristeza y la alegría deberían habitarnos de a ratos.
A mí suele agarrarme desprevenida.
A mí suele agarrarme desprevenida.
Y está bien que así sea, porque es en esos momentos en que ningún artilugio mental me anda haciendo guardia, y ella puede deslizarse tranquilamente hasta mi corazón.
Y una vez ahí dentro, ya no hay cerrojos ni puertas que le impidan instalarse a sus anchas.
Pero no es cargosa.
Pero no es cargosa.
Y cuando vacía la tercera taza de té, muy delicadamente se retira.
Y me deja lagrimeando pensativa, pero serena.
Victoria Branca
Victoria Branca
me dejo muda...
ResponderBorrarfuerte y ...la verdad no encuentro palabras...
abrazote para vos y para la autora del texto
Gracias Magda!! Si dió para que piensen un rato, está más que cumplida la misión!! Besote
ResponderBorrarque bello...
ResponderBorrarViste Vero que bello...
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